miércoles, 20 de marzo de 2013

Varela la botó con un batazo de mentiras, verdades a medias y robo descarado de ideas.


 (GERARDO BONILLA MITRE).- No suelo oír a los políticos porque prefiero ver a los caballos del hipódromo en plena faena. Me resultan más graciosos los caballos que los políticos.
Pero tengo un nieto de 15 años que empieza a interesarse por los asuntos del país y ruego a todos los santos del universo y al Papa argentino (y dicen que también es italiano por los padres piamonteses) que no se le ocurra meterse en ese mundo de mentiras, hipocresía, fábulas, cinismo y traiciones.
Hace unas semanas me preguntó mi opinión del discurso del candidato con apodo de pájaro interiorano, llamado el "Bin Bin" Navarro. 
Como había estado muy entretenido con las carreras de caballos y con los números que jugaron en la lotería (que me resultan más divertidos) no supe qué contestarle.
Por eso ahora me tomé dos infusiones de valeriana y una de té de tilo para ver si me calmaba y podía aguantar el discurso de entonación del triunfo que leyó Juan Carlos Varela, desde ese aparato (inventado por los gringos imperialistas que se llama el "teleprompter") que las televisoras que transmitían el acto como que no querían que se viera, para que los incautos creyeran que el hombre sabe hablar, sin leer discursos.
¡Qué julepe formé en las avenidas de mi cerebro cuando escuché todo un decálogo de propósitos, típicos de los políticos engatusadores, llenos de las mismas mentiras que disfrazan de verdades, para engañar al pueblo que torpemente les termina creyendo!
Con palabras diferentes, pero con jeringa distinta – como decía mi compadre Bríspulo – todos dicen lo mismo y los discursos hasta se parecen. Pero Juan Carlos Varela, como buen bateador herrerano, le metió un sopapo a la pelota y la botó con un batazo de mentiras, verdades a medias y robo descarado de ideas.
Eso me erizó hasta el último pelo y empecé a gritar desaforado llamando a mi mujer Andrea para que me hiciera una infusión doble de valeriana con tilo, mientras mi hija que estaba de visita, vociferaba que cuidado todo era una excusa mía, para meterme un trago del seco herrerano que me tienen escondido en un armario, desde hace varias semanas porque me pegué una borrachera tan grande que la resaca me duró como diez días. Es que Varela me alarmó cuando dijo que quitaría a los funcionarios del Órgano Judicial que no habían hecho bien su trabajo y aunque aseguró que lo haría "democráticamente", durante meses he oído al mismo Varela y a su hermano – al que graciosamente le llaman "Popi Pachita" – y a sus agresivos correligionarios acusar a Martinelli de injerencia en el Judicial. ¿Entonces eso que dijo Varela en su discurso no sería como una descarada injerencia en otros Órganos de Estado (Judicial y Legislativo que es el que los juzga) anunciada y confesada públicamente?

¡Ay Dios mío! – medité y me dio por persignarme tres veces e invocar al santo favorito de Varela que, aunque no lo diga, es San Josemaría Escrivá de Balaguer, cuando le escuché hablar de las maravillas del Canal de Panamá, de lo formidable de la ampliación y de la cantidad de plata que daba para ayudar a los pobres lo cual fortalecería eso que graciosamente Varela ha inventado en llamar el "tejido social".
Le pedí al santo del Opus Dei, que me diera tranquilidad para soportar el descaro de su admirador (me refiero a Varela) porque cuando hubo el referéndum para aprobar la ampliación del Canal de Panamá, nos pidió públicamente que votáramos NO y yo de idiota – en ese tiempo – le hacía caso. Entonces ¿cómo es eso de que ahora sí es bueno lo que él mismo pidió que rechazáramos por malo?
¡Qué coraje! – pensé y decidí meterme un sorbo grande de la infusión de valeriana con tilo para calmar los nervios y para superar el estrés que me produce el cinismo magnético de los políticos. Pero al poco tiempo salté de la silla cuando habló en contra de los políticos tradicionales, como si en su familia (tronco Varela Arjona) hubieran desaparecido de la historia, por obra y gracia de su merengado discurso, los Diputados, Ministros y altos funcionarios de su familia en distintos gobiernos durante toda la era Republicana. Entonces medité ¿no es eso pertenecer a una familia de políticos tradicionales?
Comencé a sudar de la impresión y cogí la toalla que tenía envuelta en el cuello y me comencé a secar. Nuevamente me paré como un resorte de la vieja silla de mimbre que tengo frente al televisor, cuando Varela empezó a señalar en primera persona (y como si lo hubiera hecho, realizado y ejecutado) los proyectos de cien para los setenta, la beca universal y el proyecto Curundú.
Me agarré la cabeza y me la sobé bien porque temí que me estuviera llegando la peste mental de estos tiempos que le han llamado el "mal de Alzheimer" que es esa demencia senil que le hace a uno olvidar todo.
Cuando me recuperé de la agitación mental, entendí que no estaba equivocado ni confundido porque esas obras las había hecho Ricardo Martinelli en su actuar como Presidente de la República y como responsable y encargado del Órgano Ejecutivo. Pero ¿cómo es que Varela siendo Vicepresidente hizo obras sin estar encargado del Ejecutivo?
Me tranquilicé cuando recordé que los Vicepresidentes no tienen funciones específicas, salvo las que le delegue el Presidente de la República (y la de asistir al Consejo de Gabinete para hablar, no para votar), pero son como "una llanta de repuesto" como escuché a un connotado jurista citar al desaparecido César Quintero, como el autor de tan atinado calificativo. De manera que, ¿cómo Varela se puede adjudicar lo que el otro ha hecho como encargado del Poder Ejecutivo?

Y encima Varela, cobra salario del Estado (y tiene escolta y demás prerrogativas) como Vicepresidente de la República, pero sin trabajar. Hoy recuerdo que Ricardo Arias Calderón, cuando se distanció del gobierno de Guillermo Endara tuvo la dignidad de renunciar, a finales de 1992, del puesto de Vicepresidente cuando alguien por allí cuestionó que cobraba sin trabajar. ¿Pero y Varela – me pregunté – por qué no siguió ese ejemplo ético y no renunció al cargo? Y de paso, digo yo que ¿por qué no devuelve al pueblo, al que tanto dice defender, todo el dinero cobrado sin trabajar?
Reflexioné ¿No sería éste el primer caso de corrupción y peculado que tendría él mismo que investigar, ya que de eso habló en su discurso?

Como estaba atragantado por mis pensamientos y recriminaciones grité ¡Carajo que cínico es este hombre...! Lo hice con tanta fuerza y peleando inútilmente con el televisor, que esta vez la que se asustó, creyendo que me había pasado algo fue mi mujer, quien apareció en la terraza corriendo, seguida de mi hija, agitando una botella de alcohol desnaturalizado para sobarme la cabeza al tiempo que me pedían que no siguiera oyendo ese discurso porque me moriría del enojo.
Pero como soy terco y con la excusa de que tenía que explicárselo a mi nieto, seguí escuchándolo, mientras Andrea y mi hija me sobaban la cabeza, con verdadera preocupación.
Cuando pensé haberlo oído todo, creí haber tenido una alucinación momentánea cuando Varela dijo que, de ser Presidente, expandiría el Metro para el Oeste (hasta Chorrera) y para el Este (para la zona de la 24 de diciembre). Me paré y salté y le dije a mi mujer que me sacara una cita al día siguiente con un geriatra porque definitivamente tenía el "mal de Alzheimer".
Mi mente registraba que el Presidente Martinelli había planteado hacer exactamente estas obras y dejarlas licitadas antes de culminar su gobierno. Y ahora Varela las estaba proponiendo como si fueran sus novedosas ideas.
Mi mujer desesperada por mi convencimiento de que tenía demencia senil, me aconsejó – con su acento santeño – que dejara el sofoco y que me diera cuenta que ese "zoquete" se estaba cogiendo las ideas de Martinelli para joder y hacerle un embuste al pueblo...
Entonces, me serené porque medio que me convencí que me había salvado, por ahora, del "mal de Alzheimer". Para reforzar mi tranquilidad, me acordé del Seco Herrerano que me tenían confiscado para que no me lo tomara, y recordé que lo había comprado en el Super 99, junto a una botella de Ron Abuelo, ambas fabricadas por el señor Juan Carlos Varela y su familia.
Medité entonces que uno como pueblo sí es tonto y se deja manipular y enredar fácilmente por los políticos. Juan Carlos Varela, ataca despiadadamente y en público a Ricardo Martinelli, pero en el mundo privado le gusta y le conviene venderle su Seco Herrerano y su Ron Abuelo para que los supermercados del Presidente Martinelli, se los distribuyan, vendan y así embrutezcan más al pueblo con buen guaro.
¡Qué coraje! – pensé enseguida. Seguro que Varela respondería que negocio es negocio y la política es otra cosa distinta. ¡Pero así es Panamá y la gente no medita ni escarmienta! – le dije a mi mujer. Ésta asintió con tristeza, quizá porque veía que, en mi vejez, por fin descubría la realidad de los políticos como Juan Carlos Varela.

Ya más sereno, resignado y relajado, empecé a cambiar los canales de televisión y de nuevo volví a sobresaltarme cuando creí ver en TVN-Canal 2 a Jesús Morales entrevistando a Salman Rushdie, el afamado escritor hindú, perseguido por los Ayatolá y por los musulmanes, autor de la polémica obra "Los Versos Satánicos" y pensé que eso provocaría algún atentado o algo parecido en Panamá. Me asusté cuando recordé que, desde febrero de 1989, el Ayatolá Jomeini proclamó una "fatwa" instando a la población musulmana a ejecutar al escritor Salman Rushdie o a cualquier persona relacionada con la publicación de "Los Versos Satánicos".
Pensé, ¡Qué gordito más osado es Jesús Morales! Con semejante sentencia de muerte – que está vigente después de tantos años – se atreve a entrevistar a Rushdie en Panamá. Pero, cuando la presbicia de mis ojos, de viejo atormentado por los políticos, me permitió centrar la mirada comprobé con infinita decepción que solo se trataba de Ebrahim Asvat quien, con cortas gansadas – sin mayor densidad mental – trató de justificar el injustificable discurso que leyó Juan Carlos Varela.
Confieso que ver a Asvat me causa tanta angustia mental, como escuchar a Varela o a Milton Henríquez, por eso decidí apagar el televisor de inmediato y corrí a la cama al tiempo que volví a gritarle desesperado a Andrea que me trajera más infusión de valeriana, esta vez combinada con doble tilo, para aguantar tanta majadería, soportar tanto estrés y procesar tanta mentira...

18 de marzo del 2013

gerbonillam@gmail.com

*El autor es analista político

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