martes, 29 de mayo de 2012

EDITORIAL - La Opinión Panamá

Con su soberbia de rico caprichoso Eisenman pretende definir lo bueno y lo malo.

Ithiel Roberto Eisenmann posee una visión enfermiza del mundo y en esa dislocación de la realidad se ha elevado a la categoría de divinidad que decide lo que es bueno o malo en nuestro país y para eso recurre al diario La Prensa y a los grupos de la llamada sociedad civil como Transparencia Internacional, un organismo subvencionado por el medio escrito fundado por él.
 Acostumbrado a señalar a los demás, Eisenmann se siente ahora ofendido, no solo porque no ha sido invitado al Palacio de las Garzas, como antes ocurría sino porque, como cualquier ciudadano de este país, ha sido sometido a una investigación en la que se ha descubierto el alcance de su evasión tributaria, la que no quiere enfrentar ni siquiera con arreglos de pago.
 Eisenmann es de esas personas que han disfrutado de la más absoluta impunidad, porque en este país existen dos tipos de leyes: La que llena las cárceles de pobres y la que favorece a los representantes del poder económico que, hasta ahora, habían sido intocables.
 Nuestra opinión
Uno de los compromisos fundamentales de este gobierno es la lucha contra la impunidad, uno de los frenos que impide el establecimiento de una democracia plena y la disminución de las desigualdades sociales porque, por más de 40 años, el poder económico surgido del poder político, ha impedido el desarrollo del país.
Ithiel Roberto Eisenmann ya no puede engañar a nadie con sus poses de empresario preocupado por los problemas sociales de la población, ya que se ha negado a aceptar el alcance de su deuda tributaria demostrando solamente que es un rico caprichoso que ante la verdad reacciona con altanería y prepotencia, irrespetando a las autoridades y a la Constitución.

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