Por años soportó los malos olores que emanaban de las aguas negras que pasaban debajo de su vivienda. También lidió con la inseguridad y la violencia que azotaba el barrio.
Sin embargo, desde hace seis meses la vida de este humilde panameño dio un giro de 90°, cuando se mudó para su nuevo apartamento en el Proyecto Curundú. Con una sonrisa expresó que sus hijas están contentas, pues las aguas negras son un mal recuerdo del pasado y también la violencia ha disminuido.
Coraquito no quiere despertar del sueño que está viviendo junto a su familia, por eso le pide a los curundeños que cuiden los edificios y echen para adelante.
En cuanto a otros sectores de Curundú como Viejo Veranillo, tienen la esperanza de que sus residentes tengan sus títulos de propiedad, ya que parte de los terrenos del barrio le pertenecen a la Universidad de Panamá.
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