sábado, 16 de agosto de 2014

Desmentidos

La respuesta contundente del exministro de Economía y Finanzas Frank de Lima a los comentarios del ministro de esa cartera, Dulcidio De la Guardia, pone en su sitio el manejo de las finanzas públicas. Lo calificó como irresponsable al lanzar críticas que demuestran su ignorancia sobre la elaboración del presupuesto general. Aclaró Frank de Lima que en el quinquenio de la administración Ricardo Martinelli se cumplieron cabalmente los trámites del déficit fiscal. Reveló De Lima que De la Guardia, como viceministro de Economía en tándem con el ministro Alberto Vallarino en la administración Martinelli, incluyó ingresos ficticios de 400 millones que nunca ingresaron en el presupuesto. 
Frank de Lima fue nombrado ministro de Economía en reemplazo de Alberto Vallarino, quien con el apoyo de su exviceministro De la Guardia negoció la compra del Corredor Sur y el levantamiento de una torre en el terreno que ocupó la Embajada de Estados Unidos. Sin embargo, no menciona su participación en esos y otros proyectos y, asimismo, en la toma de decisiones sobre finanzas públicas que adoptaron en el lapso de la alianza panameñista con el gobierno de Cambio Democrático.
Su impericia lo hace caer en contradicciones de fondo. Afirma que el gobierno varelista bajará el gasto fiscal, pero aumenta los subsidios de la beca universal y 100 a los 65 años. No hay garantías de cómo manejaría la situación crítica del control de precios, el incremento del precio del consumo de la energía eléctrica, la reducción del aporte del Canal a la caja fiscal.
¿De qué fuentes de financiamiento obtendrá los recursos del alcantarillado a nivel nacional? ¿Subirá los impuestos? ¿Solicitará la elevación del porcentaje del déficit fiscal? ¿Incrementará la deuda externa? ¿Aceptará la suspensión del control de precios propuesta por Apede, a nombre de los empresarios agropecuarios? ¿Continuará en echarle la culpa al gobierno anterior del que formó parte?
El talón de Aquiles del gobierno panameñista es la ausencia de decisiones, vale decir, mantenerse en el limbo de las ambigüedades, refugiarse en excusas, postergar las soluciones. Hay una lista de problemas: la oficialización de las nuevas tarifas de consumo eléctrico, los indultos a policías, la transformación curricular, la crisis del transporte, los apoyos al sector agropecuario, las reformas electorales para beneficiar a la precaria bancada panameñista de la Asamblea, el nombramiento de un civil en la dirección de la Policía.
A estos vacíos clamorosos se suman los interrogantes del manejo del Ministerio de Economía. Los pilotos se evalúan cuando hay tormenta y la nave tiene dificultades para arribar a buen puerto. Pero hay pilotos que aspiran a navegar en calma chicha; mandatarios y ministros que esperan a que otros opinen para que el coro de la lambonería apacigüe las críticas. En poco tiempo se aclara el estilo de la gobernabilidad panameñista. Toma posiciones precipitadas sin previa consulta a los interesados, como en el deplorable caso del control de precios. Se sumerge en el silencio y esquiva el cuerpo en indultos a policías, las reformas electorales inconstitucionales, la rescisión del contrato de Mi Bus.
Mientras el PRD se atomiza aceleradamente, el gobierno panameñista no tiene conciencia clara del riesgo de empantanarse si se rompe el acuerdo de la gobernabilidad.

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