El primer paso para llegar a alguna parte es decidir moverse de donde se está. El sistema de transporte es parte imprescindible de la vida de todos y fundamental para el funcionamiento del mundo y de la economía; un elemento decisivo para el progreso o el atraso de las civilizaciones y culturas.
Simplemente, desde el sentido común, cabe plantearse: ¿cómo podía ser real que disponiendo nuestro país del Canal de Panamá, que es la más avanzada vía de comunicación interoceánica –con implicaciones directas en un acortamiento de las distancias, en una alta dinámica para el transporte comercial y en un notable aporte para el crecimiento económico de Panamá y el mundo–, coexistiera aún un sistema de transporte público terrestre anacrónico, obsoleto y altamente peligroso?
Como panameño, ser humano y exministro de la Presidencia, me resulta inverosímil creer que en el pasado nadie se hubiera atrevido a cambiar un sistema de transporte ineficiente, inhumano y mucha veces mortal, al que se sometía a cientos de miles de usuarios diarios abandonados a la suerte que les tocara correr.
Las tragedias del 23 de octubre y de Pacora, junto al alto índice de personas con movilidad reducida a causa de accidentes de tránsito –que corrieron mejor suerte que los 959 panameños fallecidos y registrados por atropello entre 2004 y 2009– generaron en mí un compromiso: convertir en una realidad para todos los panameños un sistema de transporte que mejorara su calidad de vida.
Desde el primer momento se planteó como un monumental desafío y supe que no iba a ser fácil negociar con los transportistas; resolver ante la opinión de las víctimas del sistema y sus familiares; y sacar de nuestras calles a los diablos rojos.
El primer paso fue conformar una Comisión de Alto Nivel para la toma de decisiones, integrada por ministros de Estado y directores de instituciones con diversas experiencias laborales y académicas, que permitiera contar con una visión multidisciplinaria que pudieran considerar todos los aspectos que habría que tener en cuenta, y alinear en pos del objetivo común a todos los ministerios e instituciones que en algún momento se verían involucrados, permitiendo que fueran parte del proyecto desde su concepción.
No se trataba simplemente de un cambio de buses, sino de un cambio integral en el sistema de transporte. Se requería negociar con diversos sectores: usuarios, transportistas, piqueras, Consejo Municipal y sus representantes, Municipios de Panamá y San Miguelito, empresas, consorcios, juntas directivas, comerciantes y habitantes afectados por alguna circunstancia.
Asimismo, se debía llamar a licitación para el suministro y operación del sistema de buses y de las tarjetas electrónicas, realizar estudios de demanda, diseñar la operación de nuevas rutas, desarrollar e implementar un plan para asegurar el cumplimiento de las leyes de tránsito vigentes, decidir cómo concesionar el área donde se haría el cambio, establecer una transición pacífica y amigable de un sistema a otro tanto para los usuarios como para los transportistas, determinar las nueva tarifas, resolver por qué ruta comenzar, fijar cantidad y ubicación de las paradas junto a su construcción y reubicación. Con relación a la adecuación y construcción de las paradas típicas y zonas pagas (terminales de gran demanda), nos vimos en la necesidad de establecer una mesa de trabajo interinstitucional. Se ha trabajado durante meses en el diseño y en las características de los módulos de las paradas, hechos a medida de las necesidades de Panamá y teniendo en cuenta lo que la caracteriza: clima húmedo y caliente, con alta densidad de lluvias y donde llueve de costado.
Como si fuera poco, estos módulos hechos a la medida tampoco se pueden colocar en la acera y considerar que esa parte del proyecto ha finalizado, justamente porque estamos hablando de renovar el sistema de transporte, no el transporte. Panamá tiene características muy particulares en cuanto a su desarrollo urbano. Es por ello que el proyecto de adecuación y reubicación de paradas desde su origen está focalizado en varios puntos: el estudio, diseño, construcción e instalación de zonas pagas y paradas típicas de San Miguelito y Panamá, de acuerdo a la circulación vehicular y peatonal de cada una de las zonas pagas, incluyendo en cada punto en particular la operatividad de las rutas troncales y las alimentadoras; obras civiles, afectaciones públicas, privadas y a terceros (partiendo de los levantamientos topográficos e identificación de las utilidades públicas), así como sus reubicaciones.
Advertí que el éxito en renovar el sistema de movilidad masiva de pasajeros radica en la formulación de políticas integrales, el establecimiento de equipos de trabajo multidisciplinarios, la convocatoria a reuniones interinstitucionales de coordinación con todos los actores intervinientes, la realización de talleres de trabajo con las instituciones públicas y privadas involucradas, y por sobre todo de la comunicación. Saber cómo, cuándo y por qué se hacen las cosas.
El cambio del sistema de transporte masivo en Panamá y San Miguelito fue un compromiso y un reto que asumí desde mi designación como ministro de la Presidencia, porque comprendí que el anacronismo que padecía nuestra población en materia de transporte de pasajeros y la gran asignatura pendiente que se venía arrastrando del pasado provenía de la falta de asunción de un cambio de mentalidad en el cual se priorizara el interés de los panameños en un marco de fuerte convicción y absoluta transparencia. En definitiva, ese cambio trascendente en la calidad de vida de los ciudadanos de Panamá pasó a ser mi gran desafío y compromiso a la vez.
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