Para definir a Juan Carlos Varela en la política, hay que hacerlo como lo que ha sido siempre: un trepador traicionero o como el que aparenta una cosa y hace otra
LA OPINION PANAMÁ - Para definir a Juan Carlos Varela tendríamos que recurrir a la frase “pino en pote”, utilizada por el tres veces presidente de la República y fundador del partido Panameñista, Arnulfo Arias, para referirse a un político que nunca crecerá por su actitud traicionera.
Por eso, Varela, a pesar de pertenecer al partido fundado por Arias, está muy lejos de ser un hombre de su altura y jerarquía, como lo fue el fallecido líder quien se enfrentó a sus adversarios aunque le haya costado la cárcel, el derrocamiento o el exilio.
Varela no es de los que con su esfuerzo levanta una empresa, sino que recibe los beneficios de otros que sí trabajaron con tenacidad, así como de quienes con él colaboran que no han sido compensados ni siquiera con el pago del salario mínimo.
Varela no trabaja
El actual candidato presidencial del partido Panameñista llega a la política por ociosidad, la madre de todos los pecados, y por eso tuvo problemas con todos en el Palacio Presidencial, ya que no permitía que nadie trabajara.
A pesar de todo, le ha ido muy bien ya que cobra un jugoso salario sin trabajar, lo que le ha permitido seguir una doble agenda para continuar conspirando desde dentro y desde fuera del gobierno.
Padre del transfuguismo
Varela fue el jefe de campaña de Alberto Vallarino en las primarias del partido Panameñista de 1998, cuando Mireya Moscoso ganó la candidatura que la llevó a la presidencia en 1999.
Sin embargo, Varela convenció a Alberto Vallarino con sus ardides para que fuera el candidato de la Democracia Cristiana y traicionara la decisión mayoritaria de su partido, para favorecer al Partido Revolucionario Democrático (PRD) y a su abanderado Martín Torrijos. Al final,
Moscoso logró el triunfo con un 44.3 por ciento de los votos. Pero allí no termina la historia de Varela y sus actividades de tránsfuga ya que hizo que la mayoría de los diputados arnulfistas se cambiarán a las toldas de la democracia cristiana, en una acción que les valió el apodo de “saltamontes”.
Traiciona al candidato José Miguel Alemán
Moscoso perdonó a Varela y vuelve al redil con su grupo; sin embargo, en las siguientes elecciones, vuelve a mostrar su otra cara y se va a apoyar a Guillermo Endara, candidato del partido Solidaridad, iniciativa que fracasó y le permitió al abanderado del PRD, Martín Torrijos, ganar la primera magistratura del país.
Por eso es que Torrijos ha mostrado cierta inclinación por devolverle el favor a Varela a quien, según se dice, le ha hecho algunos aportes financieros para impulsar su campaña.
CD no quería a Varela
El partido Cambio Democrático no quería a Varela en la alianza porque conocía su trayectoria de felonías; no obstante, el presidente Ricardo Martinelli consideró que la amistad estaba por encima de lo político, movimiento que le salió muy caro. Varela se rodeó de una aureola de “gran salvador” pero, poco a poco, se fue descubriendo su estrategia de crear situaciones de conflicto en diversas partes del país como lo fue la ocurrida en Changuinola, donde quiso hacerse ver como el adalid de las causas justas del pueblo, siendo en realidad que formaba parte de la trama.
No quedó entonces otro camino para el presidente Martinelli que destituirlo del cargo de ministro de Relaciones Exteriores, lo que no amedrentó a Varela que pasó a formar parte del llamado Frente Guacho, grupo involucrado en todas las conspiraciones en contra de Ricardo Martinelli, de quien se decía su amigo.
En su soberbia, Varela no se contuvo y participó en los disturbios de la Asamblea de Diputados, situación que a su parecer era la ideal para asestar el golpe final a su amigo y reemplazarlo en el palacio presidencial.
Varela despótico
Hay otras situaciones que demuestran que Varela es un individuo que no aparente lo que es en verdad. Una de ellas fue la grosería que le hizo al intelectual Julio Yau, por tener enfoques diferentes en torno a la realidad nacional.
Es un individuo que ejerce la violencia como recurso de intimidación, en particular hacia la mujer. Ese fue el caso de Lucía Chandeck a quien, de manera humillante, le llamó funcionaria de cuarta categoría. Otro eslabón más en la cadena de actos despóticos lo tuvo con un periodista del Canal Once a quien increpó pública y de manera arrogante por haberle hecho una pregunta que no le gustó.
Una de las peores acciones de Varela fue cuando, haciéndose pasar por amigo de la expresidenta Moscoso, le retiró la habitación para ella dispuesta en su haciendo tan solo por estar aliado en ese momento con Alberto Vallarino.
Varela no es serio
A nadie se le ocurrirá y, menos un político con visión, hacer lo que hizo Varela de promover en oposición el voto de rechazo a la ampliación del Canal y después prometer que hará proyectos con los fondos cuando esté en funcionamiento.
Moscoso tiene la razón
Moscoso tiene razón al mirar con luces larga y por eso critica a Varela que lleva su colectivo a la extinción. El propio Alberto Vallarino lo rechaza como candidato presidencial y mantiene su apoyo al gobierno actual.
Las dos caras de Varela
Para definir a Juan Carlos Varela en la política, hay que hacerlo como lo que ha sido siempre: un trepador traicionero o como el que aparenta una cosa y hace otra.
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