Los ciudadanos que vivimos en este país nos hemos acostumbrado a ver, cada cierto tiempo, acciones de protesta cuyo único objetivo es debilitar la imagen del gobierno ante la opinión pública nacional e internacional, con fines evidentemente electorales.
Existen más de una docenas de frentes, conformados por los partidos de oposición y elementos de la izquierda radical, que se dedican a vociferar todo lo que se les ocurre contra la administración del presidente Martinelli para tratar de hacerle perder una aceptación popular que se refleja en sus propias encuestas.
Estos grupos solo se valen de una retórica vacía e insustancial y, ante su falta de argumentos, se la pasan recorriendo los medios de comunicación del poder económico, para mantener la vigencia de su absurdo show mediático.
Estamos plenamente de acuerdo con el ministro de la Presidencia, Roberto Henríquez, en que no hay necesidad de tantas acciones de protesta cuando, a través del diálogo, se pueden resolver todos los problemas sin perjudicar a terceros.
Las actuaciones de estos grupos caen por debajo de la línea de la sensatez al solicitar 500 millones de dólares, oponerse al uso del pago con tarjetas electrónicas en el Corredor Sur o a la creación de la Autoridad del Agua, simples excusas para violentar las leyes y tratar de desestabilizar el país.
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