Los diputados de oposición han hecho alarde en los últimos días de su gran capacidad parlamentaria para dilatar el debate de las reformas electorales.
Las llamadas tácticas dilatorias no son ilegales, pero de seguro poco éticas. Literalmente, los diputados llegan al Pleno a perder tiempo. No importa si lo que presentan como iniciativa legislativa es algo sin relevancia. Por lo menos, así ha quedado demostrado en las últimas horas cuando se han escuchado toda clase de anteproyectos sin sentido y sin razón.
Los diputados panameñistas y perredistas han sido honestos, por lo menos. Su argumento de dilatar por horas la discusión de las reformas electorales se fundamenta, supuestamente, en el temor de que se aprueben cambios que no son democráticos.
La realidad de la historia es que están pensando en el poder que perderían como partidos políticos grandes y muchos saben que se está hablando de modificar el Código Electoral para hacer más justo el proceso de votación.
Curiosamente, en medio de todo el espectáculo político que han tenido que soportar los ciudadanos, también se han escuchado a muchos diputados quejándose de que han estado por más de 12 horas sesionando.
Para los panameños trabajadores, que salen todos los días a buscar el sustento de su hogar, no es extraño ni anormal laborar más de 12 horas.
Lo que sucede es que algunos diputados solo quieren estar pocas horas en la Asamblea Nacional y prefieren retirarse a sus circuitos a hacer política.
Trabajar un fin de semana tampoco puede ser considerado una ofensa para los diputados.
Todo lo que está ocurriendo permite a los electores hacerse una idea más clara de los diputados que eligieron. Lección aprendida.
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