viernes, 15 de junio de 2012
Energías renovables: discusión internacional y desafíos locales para la construccion de una una matriz energética justa y sustentable.
A medida que las comunidades fueron creciendo, los hombres experimentaron la necesidad de utilizar energía para satisfacer sus necesidades. Con el perfeccionamiento de los conocimientos y el avance de la tecnología, fue necesario fomentar diversas fuentes de energía para garantizar el desarrollo de la sociedad. La revolución industrial marcó un hito en la historia. Fue la explotación de la fuerza del vapor generado con un recurso fósil, el carbón mineral, quien alimentó las máquinas de Newcomen, primero, y de Watt después.
En la actualidad no hay objeto que pueda fabricarse sin utilización de energía y, al mismo tiempo, en todo proceso que utiliza energía para convertirla en otra forma, hay una parte que se pierde. De este modo, la discusión en torno a la energía resulta central; sin energía no hay movimiento, ni progreso alguno, como tampoco hay construcción ni mantenimiento de estructura económica. Pero este progreso y desarrollo deben ser sostenibles, es decir, que también deben contemplar los aspectos sociales y medio ambientales. En palabras de las Naciones Unidas, la energía sustentable es requerida para fortalecer las economías, proteger ecosistemas y alcanzar equidad social.
Desde hace ya dos siglos, el petróleo y, luego también, el gas natural vienen proporcionando a la humanidad los beneficios de su aplicación. Sin embargo, desafortunadamente, estas fuentes no son renovables y causan contaminación ambiental. La demanda de energía sigue creciendo a medida que crece el número de habitantes de nuestro planeta. Asimismo, buena parte de la población mundial no cuenta aún con el suministro adecuado de energía o no dispone de fuentes abundantes en su territorio. Dentro de todas las formas de energías utilizables por el hombre, la más versátil es la energía eléctrica. Es de destacarse que esta energía no es una energía primaria sino que es posible obtenerla a partir de diferentes fuentes primarias. En América Latina 30 millones de personas se mantienen sin acceso a energía eléctrica y la mayoría de los países de esta región se encuentran atravesando escenarios de escasez energética o de vulnerabilidad ante su dependencia a combustibles fósiles.
Si bien históricamente las sociedades han mantenido una actitud acrítica respecto del modelo energético imperante, ya desde la Cumbre de la Tierra, celebrada en Río de Janeiro en 1992, se comenzó a tomar consciencia sobre la limitación de los recursos naturales. A partir de entonces, surge la necesidad de encaminar las políticas en general, y el modelo energético en particular, en pos del desarrollo sostenible, es decir, duradero en el tiempo, eficiente y racional en el uso de los recursos y equitativo en los beneficios.
De este modo, este cambio de visión está regido fundamentalmente por dos pautas; una de carácter ecológica, en cuanto a la necesidad de promover el uso de energías no contaminantes, y, otra, de tipo económica, en cuanto al uso racional de los recursos. Por lo tanto, cualquier modelo energético está condicionado por dos factores interrelacionados: las fuentes de energía que dispone cada sociedad y las tecnologías disponibles para el aprovechamiento de dichas fuentes.
Las fuentes de energías renovables aparecen como una alternativa dentro de estas nuevas pautas energéticas. No obstante, no hay forma de generar energía eléctrica sin que se produzca algún impacto ambiental, diferente según la energía primaria que se utilice para generar la eléctrica. La mayor o menor contaminación hace que las fuentes de energías renovables a su vez se dividan entre las que producen bajo impacto ambiental y aquellas otras que producen alto impacto ambiental. Las primeras, son las que prácticamente no producen dióxido de carbono (CO2). Están basadas en recursos naturales abundantes. Las energías solar, eólica, minihidráulica y mareomotriz son algunos tipos de energías de menor impacto ambiental. La bioenergía (biomasa, biocarburantes, biogás), si bien es renovable no es limpia por cuanto un subproducto de su utilización produce CO2. La energía geotérmica suele llevar a la superficie óxidos y azufre y otros elementos contaminantes. Si bien el uso de las centrales hidroeléctricas no produce CO2, sí en muchos casos su construcción genera un impacto ambiental, por ejemplo al momento de su construcción. En cuanto a la energía nuclear no la calificamos como limpia por cuanto deja un problema de contaminación en manos de futuras generaciones: los desechos nucleares.
En general, la implementación eficaz y eficiente de fuentes alternativas de energía requiere que varios elementos se conjuguen con cierta coordinación. Altas inversiones iniciales; consensos sostenibles entre los poderes públicos, el sector privado y la sociedad civil; un cuerpo normativo que dé sustento a su desarrollo; y compromisos sociales y económicos de largo plazo, entre otros, son necesarios para la ampliación de matrices energéticas. Esta reconversión, entendemos, requiere de instituciones internacionales, nacionales y regionales sólidas y comprometidas con la sustentabilidad de la Tierra. En tal sentido, creemos de valor transcendental el eje temático que será tratado en la próxima Cumbre de la Tierra Río+20 en relación a un marco institucional para el desarrollo sostenible.
En línea con ese último punto y desde una mirada local, desde Fundación AVINA y Fundación Directorio Legislativo junto a instituciones públicas y privadas tales como el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), la Asociación Argentina de Energía Eólica (AAEE) y la Cámara Argentina de Energías Renovables (CADER), trabajamos mancomunadamente para propiciar un marco regulatorio nacional que dé lugar a la diversificación de la matriz energética argentina a través del desarrollo de energías renovables de un modo sustentable y sostenible en el tiempo. Asimismo, buscamos facilitar el acceso a la energía como Derecho Universal, esto implica asumir un nuevo paradigma de obtención y utilización, tendiendo de lo concentrado a lo distribuido al propender que una comunidad o individuo pueda generar parte de lo que consume. Esta forma de generación distribuida permite vislumbrar la oportunidad: desarrollo local, industrialización rural, y en particular, la universalización del acceso a la energía.
Reafirmando la necesidad de marcos institucionales sólidos, desde este espacio de organizaciones también enfocamos nuestros esfuerzos conjuntos en fortalecer a los integrantes de los cuerpos legislativos en materia de energías de bajo impacto ambiental. Tal como se expresa en un comunicado de las Naciones Unidas denominado “Borrador cero”, compartimos la importancia de crear capacidades, intercambiar información y experiencias y proporcionar conocimientos a legisladores, asesores legislativos y personal técnico del Congreso de la Nación.
Consideramos que los cuerpos legislativos deben ser el ámbito natural de búsqueda de consensos y donde se reflejan las demandas de la sociedad. De ese modo, los poderes legislativos se tornan instituciones fundamentales en el entramado socio institucional, en el fortalecimiento de las democracias y, especialmente, frente a la necesidad de dar respuestas a las discusiones y acuerdos internacionales ante los desafíos de un desarrollo global sustentable. En particular, el Congreso de la Nación Argentina se enfrenta con varios retos atento a una discusión sólida en materia de energías renovables y en la inclusión sustentable de ellas en la matriz energética nacional.
En consonancia con uno de los ejes temáticos a tratarse en Río+20, relativo al marco institucional para el desarrollo, celebramos la importancia que los cuerpos legislativos nacionales tienen en esa nueva institucionalidad como espacios donde todas las voces de la sociedad están representadas.
fuente: CAMBIO DEMOCRATICO
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